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Texto sagrado que se recita 
Autenticidad del texto 
La lectura del Corán 
Un texto espiritual 
Un texto intocable 
Un texto para la meditación 
Clasificación de las suras 
Cronología de la redacción  

Texto sagrado que se recita

El Corán es el libro sagrado de los musulmanes. Es una recopilación que reúne una serie de oráculos o textos escritos en lengua árabe, predicados a sus discípulos por el fundador del Islam, Muhammad ibn Abdallah -Mahoma- entre los años 610 y 632.

Para el musulmán, el Corán no es una palabra humana, sino la palabra misma de Dios, entregada físicamente a los hombres por un enviado especial, un profeta. Según señala el Islam, el autor del Corán es Dios y Mahoma no hizo más que transmitirlo, comunicarlo. El Islam concede también gran valor a las palabras propias de Mahoma, pero en un plano muy inferior al del Corán, y su recopilación constituye lo que se llama hadiz o tradición. El Corán, en primer lugar, como don supremo de Dios, seguido de las tradiciones, constituye la base del Islam.

Respecto a la lengua árabe, es para el musulmán aquella en la que fue revelado el texto coránico. Para él, el estilo árabe del Corán es milagrosamente bello, imposible de imitar: cualquier traducción del Corán a otra lengua no puede sino desfigurar el texto. Después de muchas discusiones, la mayoría de los teólogos musulmanes han terminado por admitir que las traducciones son legítimas en tanto en cuanto permiten conocer las “ideas” del Corán. Además, salvo en casos muy especiales, la ley prohíbe formalmente el empleo litúrgico del Corán traducido.

El problema de los orígenes del Islam y del Corán ha suscitado numerosas controversias. En la perspectiva musulmana todo es sencillo. Dios, después de haber creado el cielo y la tierra, creó al hombre en la persona de Adán, le enseñó los nombres de todos los seres y le encargó que fuera su vicario en la tierra. Desde los albores de la historia de la humanidad, la religión deseada por Dios fue el Islam, pero como los hombres lo olvidaron, Dios envió a profetas para recordárselo. Además, estos profetas-enviados podían tener otra misión, la de promulgar una legislación temporal que se injertara en la religión inmutable.

De este modo, la historia de la humanidad se entendió como la de sucesivos envíos de profetas a los distintos pueblos. Unos fueron enviados a los pueblos de Arabia y otros, a los hebreos. El penúltimo de los enviados fue Jesús, criatura simple, enviado únicamente a los hijos de Israel. Al final, cuando se cumplió el tiempo, Mahoma fue enviado a los árabes primero y luego a toda la humanidad. Después de él, no será enviado ningún profeta y la legislación promulgada en elCorán será válida hasta el día de la Resurrección.

Autenticidad del texto

La historia de la expansión musulmana es posterior a los acontecimientos descritos en el Corán. Mahoma murió en 632. Entonces tuvo lugar la secesión de las tribus árabes que se habían sometido al Islam. La rebelión fue general y los historiadores designan esa apostasía con el nombre de ridda. Abu Bakr, compañero de los primeros tiempos y padre de Aisa, la esposa más joven y predilecta de Mahoma, fue nombrado califa, jefe de la comunidad musulmana. Como los compañeros de Mahoma no conocían de memoria los textos del Corán, la desaparición del Profeta suponía la pérdida de numerosos pasajes. Abu Bakr, aconsejado por Umar, dio la orden de reunir por escrito todos los textos coránicos. La tarea le fue encomendada a un joven musulmán, Zayd ibn Tabit, junto con una comisión de varios miembros presidida por él.

Antes, los oráculos coránicos proclamados por Mahoma habían sido grabados en la memoria. En aquella época, para hombres que vivían en una civilización oral, conocer de memoria centenares de versos era un juego de niños. Sin embargo, según la tradición, los musulmanes habían puesto por escrito un buen número de pasajes. Todo este material fue recogido, se interrogó a docenas de compañeros del Profeta y, finalmente, se estableció un texto oficial, que fue remitido a Abu Bakr. Éste lo conservó y, a su muerte (634), se lo confió a su sucesor, el califa Umar (634-644), quien, al morir, se lo confió a su hija Hafsa, una de las viudas de Mahoma.

Con la dispersión de los musulmanes ocasionada por las conquistas, el texto coránico corría un nuevo peligro: los nuevos conversos amenazaban con modificar las lecturas. Por otra parte, la comunidad musulmana vivía en estado de tensión y era importante que no pudiera utilizarse el Corán en las luchas internas con fines partidistas. El califa Utman mandó hacer una edición oficial del texto y se encargó otra vez del trabajo Zayd ibn Tabit. Éste tomó de nuevo los documentos y reanudó la encuesta. Por fin, se estableció el texto oficial y se enviaron sendos ejemplares a las principales ciudades del imperio islámico.

Sin embargo, hasta el siglo IX no se dispuso del texto definitivo; además, no hubo un solo texto, sino varios, que se llamaron “lecturas”. En un principio se admitieron siete lecturas oficiales, luego, diez y después catorce. Desde luego, las variantes de estas lecturas son mínimas: se trata con frecuencia de una persona verbal y poca cosa más.

Desde que tuvo lugar la fijación oficial de las lecturas, el texto coránico se ha conservado con escrupuloso cuidado.

Desde el principio, el Corán se presentó como la religión bíblica (tal como se la conocía en La Meca) descendiente de Abraham, pero en Medina, después de que se manifestaran las diferencias entre el Islam y las comunidades judía y cristiana, el Corán se presentó como la reforma del judaísmo y el cristianismo. El Islam, desde entonces, declara ser la única religión verdadera, el retorno a la pureza de la religión de Abraham.

La lectura del Corán

El texto oficial del Corán se divide en 114 suras, o capítulos, y cada capítulo en aleyas. Las aleyas no son simplemente versículos, a modo de divisiones (arbitrarias o a efectos de memorización) del texto, sino que en la fe islámica cada una de las aleyas tiene el significado de una particular manifestación del poder de Dios y de su bondad.

Un texto espiritual

El Corán no es un libro de enseñanzas abstractas, sino un texto de exhortaciones que interpelan continuamente al auditorio, le piden que mire, que reflexione, atrae su atención hacia los signos. No es un texto compuesto de una vez, sino una serie de fragmentos proclamados sucesivamente por Mahoma y agrupados más tarde. Tampoco hay por qué leerlos de una tirada. A veces, tal o cual aleya se basta a sí misma y forma una unidad, tal o cual párrafo forma un todo independiente del resto. E incluso la mención de tal o cual hecho histórico o de tal o cual fenómeno de la naturaleza no se hace por sí misma, sino por la lección que va a obtenerse. Vale más demorarse en la lección que en los hechos o fenómenos evocados.

Un texto intocable

Desde los primeros tiempos, la tradición teológica musulmana se opuso a que el libro sagrado fuera traducido a otras lenguas además del árabe; en efecto, en tanto que palabra de Dios entregada directa y personalmente al Profeta para que la divulgara entre los hombres, ese texto sagrado era intocable. Sólo en los últimos tiempos se admite la licitud de las traducciones, e incluso éstas se fomentan, aunque se las considera como simples comentarios y auxilizares del texto original. Sin embargo, y a pesar de los primitivos y constantes recelos, desde muy temprano aquellas traducciones se multiplicaron inevitablemente al tiempo que el Islam se extendía más allá de Arabia. La primera traducción latina conocida fue realizada hacia 1141 por el monje Pedro el Venerable, abad de Cluny (1092-1156). La primera a una lengua vulgar de la que se tiene noticia fue al catalán por encargo de Pedro IV (en la actualidad esta traducción se ha perdido). En cuanto a las versiones en lengua española, se sabe que en el primer tercio del siglo XV Juan de Segovia (1400-1458) realizó una versión trilingüe árabe-latín-castellana.

Un texto para la meditación

La lectura del Corán, tal y como se practica en la mezquita o en las casas de los musulmanes piadosos, es una lectura meditada, pausada, que recuerda al espíritu algunas verdades esenciales. El lector las descubrirá por sí mismo, lo mismo si abre el libro al azar que si se deja guiar por indicaciones ajenas.

Clasificación de las suras

En el Corán las suras están clasificadas según una longitud decreciente, a partir de la más larga, la sura 2. Cada sura, excepto la novena, comienza con la fórmula: ¡En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso!, que el musulmán emplea constantemente al principio de una acción, de una empresa, etc.

Cronología de la redacción

Los musulmanes conceden una gran atención al orden histórico de las suras. Muchas de las ediciones árabes del Coránseñalan este orden tal como lo enseñaban los autores de los siglos X y XI: además de la distinción entre suras mecanas(de La Meca) y suras medinesas (de Medina), observan si una sura fue predicada antes que otra. Esto tiene gran importancia en el derecho islámico porque, por haber cambiado la legislación coránica en algunos puntos ya en vida de Mahoma, una aleya puede abrogar otras aleyas más antiguas. Por tanto, y cronológicamente, la última aleya de una serie de ellas será la que haga ley.

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