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Un mundo de religiosidad y heroísmo 
El legado que recogió Homero 
Héroes y guerreros 
Los héroes homéricos 
Las intervenciones divinas en las gestas de los héroes

Un mundo de religiosidad y heroísmo

¿Quién en la Grecia del siglo VII antes de nuestra era, fuese o no una persona instruida, no había oído hablar del sacrificio de Ifigenia a manos de su padre Agamenón para aplacar los vientos y poder zarpar hacia Troya? Así lo recitaban los cantores épicos, basándose en las dos grandes epopeyas homéricas, la Ilíada y la Odisea.

Primero fue la palabra hablada, la narración oral, y después apareció la palabra escrita, privilegio de unos pocos. Los primeros que recogen y ordenan los mitos sobre los dioses son, por un lado, Hesíodo, que vivió en el siglo VII antes de nuestra era, y escribió la Teogonía, poema sobre el origen de los dioses, y, por otro, Homero, o los “Homeros”, puesto que es posible que las epopeyas no hubiesen sido escritas de una sola vez y por un solo autor. En cualquier caso, fueron escritas entre finales del siglo VIII y principios del VII antes de nuestra era. En estas epopeyas aparecen unos dioses superiores llamados “dioses del Olimpo”, que Homero elevó a dioses panhelénicos. Los dioses aparecen no como figuras estáticas, sino que cobran vida y actúan e interactúan con los hombres; incluso se muestran a los mortales con forma humana.

El legado que recogió Homero

Homero recoge creencias antiguas anteriores a su época y las inserta en la narración de hazañas épicas, creando así un marco de referencia para su época e incluso para la posteridad. Ambos poemas se constituyeron en referente cultural para todo el mundo griego, tanto para sus adalides como para sus detractores. Incluso durante el imperio romano todavía resuena el eco de Homero en poetas del siglo II de nuestra era, como Apolodoro. En mayor o menor medida, la religión griega posterior reposa sobre la denominada “religión homérica”.

Los protagonistas de los poemas son los héroes y los dioses, tanto en el relato del asedio de Troya (Ilíada) como en el del regreso a la patria -diez años después- de uno de los héroes, Ulises, también conocido como Odiseo (Odisea). En laIlíada, la intervención divina se extiende a todos los dioses, mientras que en la Odisea actúa principalmente la diosa Atenea, protectora de Ulises. Así, la Ilíada resulta mucho más interesante para formarse una idea de cómo se veía el hombre de la antigua Grecia respecto a los dioses.

En la Ilíada, la intervención de los dioses en los asuntos humanos se produce o bien en forma de ayuda -infundiendo coraje o fuerza-, o bien todo lo contrario, en función de las relaciones que se establecen entre los dioses implicados y de sus predilecciones por uno u otro héroe. De lo que no cabe duda es de que los dioses siempre eran seres superiores, como a veces se pone de manifiesto en la actitud burlona y despreocupada que adoptan en los momentos más críticos de la batalla.

Héroes y guerreros

La sociedad humana que Homero retrata en sus poemas es una sociedad aristocrática de guerreros (basíleus) y héroes que, en muchos aspectos, se asemejaba a la sociedad micénica. Así, por un lado, nos remite a un pasado memorable y no muy lejano y, por otro, los héroes expresan la posibilidad de una cercanía entre los hombres que destacan por encima de otros y los dioses. En la actualidad, cuando hablamos de un “héroe” o de “llevar a cabo una heroicidad” nos estamos refiriendo a algo excepcional, algo que se sale de lo común. En Grecia, el héroe era una figura que podía recibir culto y honores divinos; era habitual venerar la tumba de un héroe, el heroon. Tener un héroe en la genealogía familiar, o como fundador de una ciudad o un linaje, era un símbolo de prestigio.

En la épica de Homero, el héroe tiene una condición que lo sitúa entre los dioses y los hombres, sus hazañas lo elevan al poder divino inalcanzable, pero al mismo tiempo sabe que rebasar este límite es un atrevimiento que recibirá su castigo. Cuando Dios castiga a un mortal no es por razones morales, sino por una ofensa personal. La moralidad está ausente en el sentimiento religioso de la época de Homero. Sísifo, por ejemplo, es condenado por Zeus por haber revelado una de sus intrigas. Muchos héroes homéricos tienen un progenitor divino y, de hecho, también se les solía llamar semidioses. De esta unión de mortales con inmortales nacen los héroes, que son mortales. Aquiles es hijo de Tetis, diosa que habita las profundidades de los mares, y Peleo, un mortal. En cambio, él es mortal y como tal tendrá su fin. Aun así, posee la capacidad de ver cosas que los demás mortales no pueden ver. De forma excepcional goza de una visión clara, expresada con la imagen de que “se le descorre un velo de los ojos”. Es así como reconoce a Atenea “…por el brillo de sus ojos” (Ilíada, I, 198).

En cierto modo, la divinidad es inherente al hombre y es él quien, en función de su condición, elige finalmente su destino. El hombre trágico es aquel de quien se ríen o burlan los dioses, puesto que se atreve a desafiar sus limitaciones o escoge el camino de la aniquilación. En los casos extremos, los dioses abandonan al hombre no por crueldad, sino por despreocupación o, según la elocuente sentencia de la diosa Atenea, porque “resulta difícil proteger el linaje y la descendencia de todos los humanos” (Ilíada, XV, 140 ss.).

Los héroes homéricos

Agamenón: “señor de anchos dominios”. Es, junto con Aquiles, el héroe más importante. Rey de Argos y jefe de los aqueos que luchan contra los troyanos. Ha heredado el cetro que forjó el dios Hefesto, símbolo de su poder. Lo protegen Hera y Atenea.

Alejandro (o Paris): “el deiforme”. Es hijo de Príamo. La diosa Afrodita, su protectora, le dotó de una excepcional belleza. Es un excelente arquero que cuenta con los favores de Apolo. Por él Helena huye a Troya y se desencadena la guerra.

Aquiles: “el de los pies ligeros”. Es, sin duda, el héroe principal de la Ilíada, que empieza con estos versos: “La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles…”. Es hijo de Tetis y de Peleo, y lo educó el centauro Quirón. En la batalla, es el guerrero más temido. Héroe favorito de Hera y Atenea. Le protege su madre Tetis.

Ayante Telamoni: es, entre los héroes griegos -exceptuando a Aquiles-, el mejor de los guerreros. Lo protegen Hera y Atenea.

Diómenes el Tidida: “domador de caballos”. Es un héroe protegido por Palas Atenea, quien le da fuerza en el combate. Es el único mortal que se atreve a atacar a los dioses en batalla. Se enfrenta a Apolo y a Ares, y hiere a Afrodita.

Eneas: “de pies veloces”. Es el jefe de los dárdanos, hijo de Afrodita y un mortal llamado Anquises. Lo protegen en la batalla Apolo, Poseidón, Ares y Afrodita.

Héctor: “de tremolante penacho”. Es hijo del rey Príamo y el guerrero que lidera las huestes troyanas. Muere a manos de Aquiles. Su protector es Apolo.

Menelao: “valeroso en el grito de la guerra”. Es el hermano de Agamenón y ex marido de Helena, por quien se entabla la batalla de Troya. Le protege la diosa Atenea.

Néstor: “anciano conductor de carros”. Es el guerrero de más edad de los aqueos y el consejero más honrado. En laOdisea es uno de los pocos supervivientes que consiguen volver a su casa, a Pilos.

Patroclo: “conductor de carros del linaje de Zeus”. Es amigo de Aquiles y muere en batalla. Es descendiente de Zeus.

Príamo: “el deiforme”. Es el rey de los troyanos y padre de muchos guerreros, entre ellos Héctor y Paris. Pierde el favor de Zeus.

Ulises: “fecundo en ardides”. Es rey de Ítaca y, además, el héroe protagonista de la Odisea, que relata su retorno a su patria después de la guerra de Troya. Su gran potectora es la diosa Atenea.

Las intervenciones divinas en las gestas de los héroes

Los dioses implicados favorables a los troyanos son Ares, Afrodita, Apolo e Iris. A favor de los griegos están Hera y Atenea. A Zeus sólo le interesa mantener su soberanía sobre los dioses olímpicos y ayuda ora a un bando, ora a otro, en función de sus intereses.

Los dioses, en un momento dado, pueden apiadarse de un héroe. Éste es el caso de Poseidón, quien, a pesar de estar a favor de los aqueos, decide salvar al héroe dárdano Eneas de la muerte a manos del pelida Aquiles, arguyendo que “su destino es eludir la muerte, para evitar que perezca estéril y sin trazar el linaje de Dárdano” (Ilíada, XX, 302), razón por la cual, “… al punto derramó primero niebla sobre los ojos del pelida Aquiles… y de un empellón lanzó a Eneas desde el suelo a las alturas. Poseidón […] se aproximó y, dirigiéndose a él, dijo estas aladas palabras: ¡Eneas! ¿Quién de los dioses te ha ofuscado así y te ha mandado luchar frente al soberbio Pelida, que es más fuerte que tú y más querido para los inmortales?” (Ilíada XX, 321-334). Y así es como Eneas, según la leyenda, huye de Troya con su padre y su hijo y llega, entre otros lugares, a Italia, donde los romanos, que asimilaron la mitología griega, lo convirtieron en el héroe fundador de la estirpe latina.

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