skip to Main Content

Cuando los conquistadores europeos llegaron a una América en la que habían predominado tres imperios principales (mayas, aztecas, incas), se encontraron con un panteón indígena que tenía ya mil años y una tradición que combinaba la literatura oral con los códices y estelas, y una singular mitología con bastantes puntos en común. Los dioses mayas, olmecas, chimúes, toltecas, teotihuacanos, aztecas e incas se parecían bastante entre sí y en ocasiones eran intercambiables.

Los chamanes de estas culturas, desde sus dotes sagradas y su papel de intermediarios entre el mundo de arriba (cielo) y el de abajo (reino de los muertos), por un lado, y el mundo de aquí -conceptos también comunes a las culturas precolombinas-, por otro, habían recurrido a una mitología cosmogónica y etiológica para explicar los orígenes del universo, de los héroes culturales y civilizadores (el más famoso, la serpiente emplumada) y de la vida material y espiritual.

El legado de estas civilizaciones pasó de la memoria de los indígenas a códices escritos ya en época de dominación europea, y muchos elementos de las creencias precolombinas, a veces mezclados sicréticamente con la doctrina cristiana, han perdurado hasta hoy. El hecho de que muchos de los países herederos de los mayas, aztecas e incas mantengan un porcentaje muy elevado de población indígena y rural (Guatemala, Bolivia, zonas de México y Perú, etc.) ha permitido la pervivencia de los rasgos distintivos de estas religiones.

Back To Top