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La fe cristiana 
La pasión y muerte de Jesús 
La noticia de la resurrección 
El “pléroma” 
Expansión del cristianismo primitivo 
Entre los años 25 y 30  
En invierno de 36 ó 37  
En los años 45-49 
Entre 50 y 52
Entre 54 y 58
En 60 
En julio de 64 
En 67 
En 70 

La fe cristiana

“Él es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, por Él fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la Tierra, las visibles y las invisibles. […] Existe con anterioridad a todo, y todo tiene en Él su consistencia” (Carta a los colosenses 1,15-17).

El elemento específico de la fe cristiana no consiste en aceptar como verdaderos los enunciados teológicos elaborados a lo largo del tiempo mediante deducciones lógicas, basadas principalmente en las categorías de la filosofía griega, y promulgados como “dogmas” por los papas o los concilios.

El contenido esencial de la fe no es una doctrina, un catecismo, sino una persona. Ser cristiano significa creer en Jesucristo, en lo que es, en lo que significa. No existe, por tanto, en contra de las tesis defendidas por numerosos partidarios de la “teología liberal” o el modernismo, una dicotomía o incluso una contradicción entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, entre lo que Jesús predica y el Cristo predicado por la Iglesia.

Los primeros anunciadores de la buena nueva extraían su mensaje de los hechos, las enseñanzas y los milagros de Jesúsde Nazaret, cuya existencia habían compartido.

Pero transmitían este mensaje desde una perspectiva suprahistórica, la de la resurrección, es decir, desde una comprensión de fe que proyectaba una luz interior nueva sobre los acontecimientos externos de la biografía del Jesústerreno.

La pasión y muerte de Jesús

Las enseñanzas de Jesús habían despertado desde muy pronto primero la extrañeza y luego la abierta oposición de los grupos dominantes de la comunidad judía, los saduceos y los fariseos. Los duros enfrentamientos verbales de Jesús con ellos tuvieron un desenlace desastroso a primera vista. Jesús fue condenado a morir en la cruz y sus partidarios -los que habían depositado en él todas sus esperanzas, los que habían creído que sería él quien traería la salvación de Israel (Lucas 24,21)- huyeron despavoridos en todas las direcciones.

La noticia de la resurrección

La noticia, en aquellas primeras horas de la mañana del domingo, de que Jesús había resucitado provocó una conmoción profunda y una radical transformación anímica en sus seguidores. Si Dios le ha resucitado, es que está con él, testifica a su favor, confirma que su mensaje es verdadero. De ahí la insistencia de los cuatro evangelistas y de los primeros escritos del apóstol Pablo en la realidad histórica de la resurrección, los relatos pormenorizados, la profusión de detalles con que narran los encuentros de los discípulos con Jesús resucitado, el encantador episodio de Lucas sobre la conversación de los dos discípulos, camino de Emaús, con un “desconocido”, o la viva descripción de la obstinada incredulidad de Tomás aportada por el cuarto evangelista.

La resurrección es el inconmovible fundamento sobre el que se levanta la estructura de la fe cristiana. Pues, como dice el apóstol Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana es también vuesta fe… ¡Pero Cristo ha resucitado!”. Desde este excepcional acontecimiento volvían ahora los discípulos a repensar cuanto habían vivido con Jesús, meditaban bajo esta nueva luz sus enseñanzas. “Entonces comprendieron lo que Jesús había querido decir…”

Ahora comprendían que la pasión y muerte de Jesús no era el fin catastrófico de todas las esperanzas depositadas en él, sino que advertían que “era necesario que Cristo padeciera y muriera”, porque esta pasión y muerte son la expiación de los pecados de los hombres. Jesús es el Redentor. Su sangre derramada es el sello del establecimiento de la nueva alianza, que sustituye a la antigua y señala el inicio de una nueva época en las relaciones de Dios con los hombres. Jesúses el Mesías, el ungido esperado durante siglos que viene a liberar a Israel no de la tiranía de los poderes terrenos (en su circunstancia histórica concreta del poder de los romanos), sino de la esclavitud del pecado para que, purificados, puedan acercarse de nuevo, como hijos confiados, a Dios. Jesús es el Kyrios, es el Señor, el Principio, el Primogénito entre los muertos para ser el primero en todo.

La ascensión a los cielos es la confirmación de que vuelve al Padre, de donde salió, y la prueba de que vive, en la eternidad, junto al trono de Dios.

Sobre este conjunto de ideas, extraídas de la vida y resurrección, formuladas en los primeros momentos con las categorías mentales del Antiguo Testamento y luego lentamente desarrolladas mediante reflexiones conceptuales guiadas por la fe, se construyen las enseñanzas de la Iglesia sobre su fundador, Jesús de Nazaret.

El “pléroma”

Para los cristianos, la fe en la resurrección del “Señor” y el seguimiento de sus enseñanzas conducen al pléroma, la plenitud, la perfección total que alcanzarán todos los seres de la creación cuando, al final de los tiempos, lleguen a la consumación definitiva. Para los cristianos, el pléroma es Jesús mismo, en quien están centradas todas las fuerzas divinas y desde quien se derraman al resto de la humanidad.

Expansión del cristianismo primitivo

A lo largo de la segunda mitad del primer siglo de nuestra era acontece, en el seno del Imperio romano, lo que nos es permitido llamar “revolución cristiana”. Sucede a partir del foco de Jerusalén, pero no sería explicable sin tener en cuenta las comunidades judías que, desde la cuarta diáspora, se encontraban diseminadas por todo el imperio.

Entre los años 25 y 30

-Bajo el emperador romano Tiberio- había aparecido a orillas del Jordán un último profeta, Juan Bautista, que predicaba la inminente llegada del Mesías. Su trágica desaparición coincidió con las primeras predicaciones de Jesús, que a su vez también fue recibido como profeta. Jesús también fue ajusticiado y, según sus seguidores, resucitó al tercer día de su muerte en la cruz.

En invierno de 36 ó 37

Ya existe una comunidad de seguidores de Jesús (considerados como sectarios por el judaísmo oficial), presidida por Pedro, heredero de Jesús. Uno de los seguidores, llamado Esteban, es ajusticiado públicamente. Una parte de la comunidad huye de Jerusalén.

El judío, y a la vez ciudadano romano, Saulo de Tarso, mientras se encuentra persiguiendo celosamente a esos seguidores huidos cerca de Damasco, se convierte, se une a ellos y pasa a ser su principal ideólogo. Cambia su nombre, latinizándolo, por el de Pablo, y empieza a ser perseguido él también. Hacia el año 39, Pablo huye de Damasco y se presenta ante la comunidad de Jerusalén. Viajero incansable, se desplaza después a Siria y la Cilicia y hacia el año 43 llega a Antioquía. En el mismo año 43, Agripa I, una especie de virrey del emperador para la región mediterránea oriental, ordena la decapitación de otro de los primeros discípulos, Santiago (“el Menor”).

En los años 45-49

Pablo realiza su primer viaje de anuncio del evangelio de Jesús entre los judíos dispersos por el imperio. En el año 49 se celebra la primera asamblea general de los cristianos en Jerusalén.

Entre 50 y 52

Pablo realiza su segundo viaje apostólico y escribe las dos cartas a los cristianos de Tesalónica. En la ya provincia romana de Judea, entre tanto, los ánimos se van encendiendo; Agripa murió en 44 y ahora un mero procurador, Antonio Félix, debe hacer frente a la resistencia armada contra Roma por parte de los judíos.

Entre 54 y 58

Pablo desarrolla un tercer viaje de predicación, con una estacia de dos años en Éfeso, y regresa a Jerusalén. Incansable en su actividad intelectual, escribe a los cristianos de Corinto, Galacia, Filipo de Macedonia y Roma. En Jerusalén es arrestado y llevado a Cesarea, donde permanece preso durante dos años. Desde la cárcel escribe a los colosenses.

En 60

Pablo, preso, apela al César utilizando el privilegio que le otorga su condición de ciudadano romano. Entre 60 y 61 es llevado a Roma y aquí permanece otros dos años bajo arresto domiciliario. Dos años que aprovecha para escribir de nuevo a los colosenses, a los efesios, a Filemón y a los hebreos en general. Se le atribuyen también las cartas enviadas a Timoteo y Tito, aunque es posible que éstas daten de fechas bastante posteriores (años 80 a 100) y se deban a otro autor.

En julio de 64

Acontece un gran incendio en la Roma de Nerón y se desata la persecución contra los seguidores de Jesús, que ahora ya reciben el nombre de cristianos. Pedro, el heredero de Jesús, está también en Roma. Pedro y Pablo son ajusticiados en Roma hacia los años 64 a 67. Pedro clavado en una cruz como los esclavos judíos, y Pablo decapitado como los ciudadanos romanos.

En 67

Vespasiano reconquista Galilea, ocupa el litoral marítimo y el valle del Jordán y somete a los judíos; los que pueden escapar, se hacen fuertes en Jerusalén.

En 70

Tito conquista Jerusalén y destruye e incendia el templo. Judea pasa a ser gobernada militarmente por un legado.

El cristianismo, entre tanto, se ha difundido por todo el imperio, primero en las comunidades hebreas dispersas y a partir de aquí en núcleos que acogen a fieles de cualquier procedencia, desde Alejandría a las Galias y desde Hispania hasta la región del Ponto.

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